viernes, diciembre 23, 2005

Reflexiones navideñas




Antes de que los ángeles extiendan el cartel de “Paz a los hombres de buena voluntad”, demos un repaso somero por las páginas de sucesos, incidentes, groserías y delitos. En el aeropuerto de Río de Janeiro, Maradona, por ejemplo, llegó tarde a su vuelo, le cerraron las puertas, y él y sus acompañantes se enfadaron un poco. Bueno, un poco, no, lo suficiente como para romper una puerta de cristal de las que conducen al embarque, lo que requirió la presencia de la policía. Pero no nos vayamos tan lejos. En Madrid, ha sido detenido un ciudadano de 36 años, acusado de haber propinado diez puñaladas a su perro. Parece que le pegó al perro más de lo que era menester, el animalico se defendió con un mordisco, y el paciente dueño dijo eso de “¿quieres guerra, eh, quieres guerra?”, y lo apuñaló diez veces. Diez. Eso para que el perro aprenda a dejar pegarse. Menudos son algunos como para que les falten al respeto. Y, en Murcia, unos jóvenes pillaron a una chica menor, le levantaron el abrigo y le grabaron en la espalda una esvástica con un objeto punzante. Ya decía no sé quién -que no son estas horas para consultar archivos- que se empieza por no ir a misa de doce y se termina por asesinar en días festivos. Luego, no asombramos de que se queme viva a una mendiga.
Menos mal, menos mal, que, según aseguran los científicos, el descubrimiento del código genético del chimpancé nos permitirá conocer 40 millones de años de evolución. No es que por eso vaya a descender el número de estultos que perjudican seriamente la salud del prójimo, pero al menos nos explicaremos por qué, tras 40 millones de años, se apuñala a un perro o se graba una esvástica a punta de navaja en la espalda de una menor. Aleluya para hoy, al estilo de don Francisco de Quevedo y Villegas: “No hace falta marcharse hasta Calcuta, pera encontrar un genuino hide puta”.