lunes, septiembre 04, 2006

LA TELEVISIÓN CATASTRÓFICA O APAGA Y VÁMONOS

Los responsables del desmadre son los que deciden llenar los telediarios de autopropaganda o de propaganda de los amigos que les han dado o pueden quitar las concesiones, y con los que intercambian cromos de poder
Lo primero es fácil, pero ineficaz. Unas y otras cadenas se copian, se intercopian y, lo más cruel, lo hacen a las mismas horas. Da lo mismo que uno intente evitar el concurso de marras, el basto y aburrido chismorreo de turno, la tabarra política que ni siquiera disfraza ya su sectarismo en píldoras supuestamente informativas. Es inútil. Ya ni zapear vale. Púlsese este o aquel botón, el programa será mimético de su vecino, a la misma hora y hasta con parecidos presentadores, diciendo las mismas naderías supuestamente graciosas..., que no lo son, ciertamente, pero sí apostilladas como si lo fueran por coros de carcajadas no se sabe por qué, aunque claramente dirigidas por el capataz de turno, lo que ya se inventara hace muchos años para las 'claques' de los teatros.

Lo segundo es más difícil, a tenor de lo que dicen los expertos en comportamiento y hasta los siquiatras, que bastante tienen con estudiarse a sí mismos, aunque esta sociedad nos los hace a todos más necesarios cada día. Al parecer, la pantalla, exhiba lo que exhiba, ejerce un poder de atracción como la serpiente del 'Libro de la Jungla'. Uno llega y aprieta el botón: es una querencia. Lo que ve no le gusta, pero la atracción se mantiene.

Una amiga que reconoce su relativa adicción, me dice que los índices de audiencia no son significativos: "Tanto si los programas son tan malos como son, como si fueran mejores, los índices de audiencia no se diferenciarían ostensiblemente (ostentóreamente, como diría aquel gran colaborador de la Real Academia ya extinto). Es un rito, una costumbre, una querencia.... una manera de estar; de estar solamente". En el fondo coincido con mi amiga. Ya he ratificado más de una vez mi convencimiento de que los pretendidos gustos de los espectadores son los gustos de los programadores. Y ¡qué programadores!

Hace tiempo que creía que lo peor —la llamada telebasura— había llegado. ¡Qué va! Lo peor estaba por venir. Es verdad que hace tiempo que se han instalado los programas de vísceras, llamados eufemísticamente del corazón. Es verdad que se han adueñado de la atención de los espectadores unos que se dicen periodistas y que para sí quisieran las verduleras.... (No las que venden verduras, naturalmente). A todos deja ya indiferente lo repetitivo y aburrido de sus cotilleos. Lo peor es que transcurren entre el mal gusto y directamente la escatología. Y, por favor, no pongas en duda su honestidad, que son extremadamente puntillosos.

Todo eso es lo de menos. Lo de más son los responsables del desmadre. Para el gran público pasan desapercibidos. Los profesionales sí sabemos quiénes son. Son los que deciden llenar los telediarios de autopropaganda o de propaganda de los amigos que les han dado o pueden quitar las concesiones, y con los que intercambian cromos de poder; los que dicen que sólo con esa bazofia se puede ganar dinero, aunque se suponga que se trata de un servicio público; los que deciden cómo abrir un informativo, cómo cerrarlo y cómo rellenar el intermedio, que siempre empieza, sigue y termina con autobombos —de personas y de cadenas— y añadidos de promociones —cinematográficas, musicales y otras fruslerías—, fatalmente disfrazadas de información. Mientras tanto, las verdaderas informaciones y los periodistas sin carnet, en las tinieblas exteriores.

P.S. Conste, por si alguien piensa malévolamente, que en estas páginas estoy muy a gusto. ¡Fíjense cómo tiemblo!

miércoles, abril 12, 2006

los ricos también roban

Hace años oí a un alto cargo del Gobierno del Partido Popular una frase que podía parecer sabia: “A la política hay que llegar rico”. Semejante afirmación pretendía garantizar que ni él ni otros compañeros de Gobierno -ricos como él- sucumbirían nunca a la tentación de usar el poder para aumentar su fortuna personal. De paso, la frase insinuaba que el Gobierno anterior, el de los últimos años del felipismo, estaba plagado de corrupciones porque muchos socialistas, que como todo el mundo sabe son de clase media-baja, habían llegado pobres al poder.

El problema, creo yo, es que los ricos también roban.

La demostración la tienes en Estados Unidos. El sistema electoral requiere tal inversión en una carrera política como para ser una aspiración laboral reservada sólo a candidatos de buenas familias. Por eso Bill Clinton era un ejemplo admirable: porque nació pobre. Pero no parece lógico que en un país como éste, en el que menos del 1 por ciento de la población es millonaria, el 50 por ciento de sus representantes en la Cámara y en el Senado se declaren multimillonarios.

Y los hechos demuestran que quien tiene dinero quiere más, para él o para su partido. Ahí está el caso reciente del infausto y corrupto Tom Delay, hasta hace poco líder republicano de la Cámara de Representares. Está acusado de desviar donaciones hacia las campañas electorales y de algo aún peor: votar a favor de leyes que benefician a individuos o empresas que, a cambio, regalan dinero a su partido. Por ejemplo. Él quería introducir una ley con restricciones a la instalación de Casinos en reservas indias. Un abogado de las tribus afectadas le regaló un viaje para jugar al Golf en Escocia y un cheque de miles de dólares para el Comité Nacional Republicano. Cuando regresó del viaje, votó en contra de la ley.

¿Qué hacer ante el desprestigio de la política? No tengo ni idea.

lunes, enero 30, 2006

Mi recomendacion literaria


En definitiva, la próxima aparición de 2666, la novela póstuma de Roberto Bolaño, será todo menos un acto rutinario de difusión literaria. Desde antes de constituirse en un libro impreso, está obra ya estaba cargada de una significación mayor: la de ser el testamento ¿Es realmente el final de la narrativa de Bolaño? No. Ni testamento ni culminación. En realidad, "2666" representa el momento de más alta maduración en la escritura de Bolaño. Un cruel e irónico destino se encargó de convertirla, antes de tiempo, en legado. "2666" no es una obra final, es un proceso literario, y como tal se requerirán varias lecturas para comenzar a dimensionar todas las posibilidades significativas del texto. He aquí un primer acercamiento.
Por fortuna, los herederos de Bolaño y sus editores, contraviniendo sus últimos deseos y adoptando una actitud cercana a la de Max Brod, decidieron publicar la novela en un solo y voluminoso tomo, en lugar de las cinco y espaciadas novelas propuestas por el autor. Decisión afortunada: las cinco partes de 2666 más que unidas por situaciones, personajes y estrategias de la narración, están conectadas por el mismo abismo, esa inmensa sensación de vacío que los personajes y las voces de Bolaño crean con suma maestría, y la cual se resume en un espacio literario, pero sobrecargado de realidad: Santa Teresa. La primera parte, "Los críticos", es la biografía de una medida y moderna pasión literaria. Cuatro críticos literarios de fin de siglo, uno francés (Jean Claude Pelletier), otro español (Manuel Espinoza), otro más italiano (Piero Morini) y una crítica inglesa ( Liz Norton), comparten una obsesión: el misterioso escritor alemán Benno von Archimboldi. Poco se sabe de este autor, salvo su nacionalidad, su fecha de nacimiento (1920), y una certeza: su prosa es la más significativa de la narrativa alemana de la postguerra (ese espacio fantasmal, forjado entre los escombros de la locura nazi y una férrea voluntad de olvido). El cuarteto, cimentado, además, por un triángulo amoroso y la presencia misteriosa de Morini, es la versión metropolitana de los "detectives salvajes" de la novela homónima de Bolaño, pero sin lo salvaje: a diferencia de Ulises Lima y Arturo Belano, que buscan visceralmente a su escritora, Cesárea Tinajero (una Archimboldi latinoamericana), sin distinguir de manera racional la diferencia entre realidad y literatura, los cuatro críticos europeos se desenvuelven entre la dinámica de las academias del primer mundo: congresos especializados, departamentos de literatura alemana, viajes de investigación y una búsqueda sin éxito: desean encontrar a Archimboldi y colocarlo en el pedestal que merece. Una sospechosa pista los lleva a Santa Teresa, en Sonora (lugar, por cierto, a donde dirigen sus pasos los "detectives salvajes" en busca de Tinajero), al norte de México: imaginaria ciudad fronteriza e industrial, sede de una horrenda serie de asesinatos de mujeres. Trasmutación literaria de Ciudad Juárez, Chihuahua (en realidad, Bolaño sólo movió esta ciudad unos cuantos kilómetros al oeste, enterrándola aún más en el desierto y la desolación) Pero, ¿qué hace un escritor como Archimboldi -anciano ya- en un lugar como ése? Sus pesquisas los conecta con Almalfitano, un ex exiliado chileno y ahora profesor en la Universidad de Santa Teresa. Amalfitano había traducido, durante su exilio en Buenos Aires a Archimboldi. De los extraños caminos de su vida, de relación con el mundo y con su hija Rosa, trata la segunda parte. Una gran porción del desencanto de la intelectualidad latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX (ésa que padeció golpes de Estado, tortura, exilio, aniquilación de los ideales y otros tantos dolorosos etcéteras) se refleja en la inapetencia del profesor chileno.
"La parte de Fate" es un impresionante relato de los márgenes, de las desdichas y miserias que unen y desunen la frontera México-Norteamericana. Se centra en Oscar Fate, un periodista negro de Nueva York, especialista en asuntos políticos concernientes a la comunidad afroamericana, que, por causas de fuerza mayor, se ve en la necesidad de cubrir una pelea de box en Santa Teresa: tanto Fate, como los críticos metropolitanos y Amalfitano se topan de repente con la Realidad: esa cadena de muertes; esas muchachas que mueren incansablemente ante la indiferencia de las instituciones y las personas. El viaje los cambia, los sacude y los desilusiona en peor sentido que esta palabra pude tener: es el tiro de gracia de la época actual, su seña y estigma.
La cuarta parte, "Los crímenes", es una inusual y sorprendente forma de ejercicio literario. La creación revela su fase oculta, su pulsión de muerte. Ya Bolaño había dado un increíble anticipo de esta perspectiva narrativa en su ensayo breve "Literatura + enfermedad = enfermedad". Aquí un interminable desfile de mujeres anónimas recupera su identidad (verdadera o falsa, poco importa) y vuelve a morir, pero esta vez de manera personal (como hubiesen querido Rilke y Villaurrutia, poetas nostálgicos de la relación pre-moderna entre el mundo y los hombres): la muerte es la más extraordinaria fuerza vital y, por lo mismo, es insoportable. Pero es, también, el desfile de un mismo asesinato: la mujer, excluida de la sociedad, sin derechos labores, sin identidad social, es muerta una y otra vez. Ellas son las muertas de la globalización, las que marcan el deslinde entre el primer y el tercer mundo. ¿El culpable? ¿La corrupción, el narcotráfico, la desigualdad, el machismo, la marginalización, la xenofobia? Lo que queda: un inmenso abismo, una carga siniestra que parece mover la historia de la humanidad. Tras las muertas de Santa Teresa parecen esconderse los más oscuros misterios del mundo: las infinitas muertes acaecidas al margen de la Historia: las masacres de las conquistas, las matanzas de esclavos, los holocaustos. Con ellas la lógica racional se pierde, se confunde y, mientras tanto, el abismo sigue creciendo.
La quinta parte se refiere a Archimboldi, y, en muchos sentidos, es la historia que tan afanosamente buscan reconstruir los críticos metropolitanos. Es el relato de su muerte como alemán de entre guerras y su resurrección como escritor fantasma en un mundo en ruinas. También es la parte que termina de "conectar" (de manera abierta, aclaro) a las otras partes entre sí. La biografía de un escritor que se encamina hacia el abismo.
Y sin embargo 2666 es sobre todo un vasto proyecto narrativo que nos presenta, además del misterio del título, a un narrador sospechosamente omnisciente. En realidad él es el mayor misterio de la novela: ¿quién narra? Su voz, a ratos, adquiere un falso acento peninsular, que causa la impresión de estar leyendo una mala traducción española, pero es sólo un guiño, un desconcierto. El narrador, como Archimboldi, es un fantasma (¿Arturo Belano?), quizá un sobreviviente de un desolado mundo (tal vez el mundo de 2666, ese cementerio olvidado referido -como bien nos recuerda Ignacio Echeverría en la nota final de la novela- por Auxilio Lacouture, la extraordinaria protagonista-narradora de Amuleto) Pero es esa escritura extraña, enigmática, la que nos atrae, la que nos hace reparar de nuevo en esta novela para continuar leyendo y, así, prolongar el aliento narrativo de su autor, a quien seguiremos descubriendo en cada lectura. La última obra de Bolaño está aún por llegar.

Gustavo Cuadrado

Gustavo Cuadrado

martes, enero 03, 2006

Reflexiones a un Amigo que esta buscando piso


La abolición de la esclavitud no vino hasta el siglo XIX, y gentes como Jefferson y Washington tuvieron centenares de esclavos, sin que les pareciera una extravagancia. Una vez lograda la abolición de la esclavitud, llegó la era industrial, con jornadas de sol a sol en el campo, y de doce horas en la industria. Tras conseguir la jornada de cuarenta horas semanales, reverdeció la más moderna de las modalidades de la esclavitud: la hipoteca. La hipoteca tiene unos grilletes que se llaman amortización y suele durar más que el matrimonio. Tú te podrás divorciar del marido o de la esposa, pero es imposible divorciarse de la hipoteca, Es más, ya se habla de hipotecas de las que no te separarás, ni siquiera con la llegada de la muerte, hipotecas hereditarias, hipotecas perdurables, y las casas, además del baño, llevarán incorporada su correspondiente hipoteca, alicatada hasta el techo de la financiación.

En esta sociedad, las únicas personas que pueden ser libres son las insolventes y las ricas, es decir, los que no tienen nada y los que poseen casi todo. Ser insolvente de solemnidad es el pasaporte que te permite transgredir multas y dejar las cuentas sin pagar. Pero si estás atado a una hipoteca pagarás hasta por respirar, porque en cuanto te saltes el reglamento te amenazarán con embargarte el piso, con lo que te librarías de la hipoteca, pero te quedarías en la calle con el ordenador, y ya sabes que el ordenador no puede conectarse debajo de un puente. La madurez no llega con el equilibrio sexual, ni con la razón, sino con el compromiso ante la hipoteca. Cuando un joven firma una hipoteca, al día siguiente, ya tiene más de sesenta años, aunque no haya cumplido los treinta. Encontrarás piso, claro. Y la hipoteca que limitará tu albedrío y cercenará tus antojos. No hay nada que se desee ardientemente que no se lofre. Y el desvirgamiento financiero te llegará con la hipoteca. Y te escocerá durante toda la vida.

lunes, enero 02, 2006

Sabina dedica un poema a Losantos


Por todos Losantos

Ese Jiménez
que asusta a los nenes,
ese Losantos
curado de espantos
triste bragueta,
ese mañico
ese don Federico,
tañe el cencerro
en las bodas de hierro
de Labordeta.
A ese grumete
ni dios se la mete,
a ese tribuno
tan suyo, ninguno
lo ningunea,
los liberales
son tal para cuales,
viven soñando
que triunfan bailando
con la más fea.

Esa ladilla
entre Ceuta y Melilla
tira con bala,
salpica, señala,
tonto por ciento;
Rouco Varela
lo absuelve, lo encela,
su yo profundo
es la Cope y El Mundo
su sacramento.

Ese profeta
de guerras probeta
no se merece
lo poco que crece
puntito y coma.

Los catalanes
no son talibanes
ni Zapatero
el bombero torero,
ni esto Sodoma.

Gomorra, octubre de 2005