Es indiscutible que CiU ganó las elecciones del 1-N. Pero también es innegable que la federación nacionalista no alcanzó una victoria suficiente para conseguir el resultado que se había propuesto, de principio a fin de la pasada campaña, como su único objetivo electoral: lograr un triunfo tan rotundo que hiciese imposible, tanto política como aritméticamente, la reedición del gobierno de la izquierda catalanista formada por PSC-CpC, ERC e ICV-EUiA.
A pesar del triunfo de CiU, el tripartito de izquierdas sigue sumando la mayoría parlamentaria necesaria –tiene 70 escaños sobre un total de 135- para investir al nuevo presidente de la Generalitat y formar una nueva coalición de gobierno progresista.
El gran error de CiU: su campaña electoral
CiU ha realizado una campaña electoral equivocada, en exceso agresiva, arrogante y prepotente. Esta campaña no sólo ha aislado a CiU de todas las otras fuerzas políticas catalanas, con las que ahora le será muy difícil recomponer las relaciones para alcanzar el pacto imprescindible para formar el nuevo Gobierno de la Generalitat, sino que también le ha distanciado de una parte de su propio electorado tradicional, sin duda mucho más moderado que el agresivo estilo de propaganda electoral que David Madí ha impuesto en esta campaña.
Las primeras declaraciones públicas de Artur Mas, con apelaciones constantes a la moderación y la mesura, incluso a la humildad, se compadecen muy poco con la campaña electoral de la federación nacionalista. Si CiU hubiese utilizado este lenguaje moderado durante la campaña, posiblemente su resultado hubiese sido mucho mejor.
El castigo de la abstención
Aunque CiU ha mejorado sus resultados de 2003 tanto en porcentaje de votos como en representación parlamentaria, ha perdido cerca de 100.000 votos a causa del aumento de la abstención. Una abstención que, como ha sucedido en todos los comicios autonómicos celebrados en Cataluña desde 1980, ha perjudicado especialmente al PSC, que ha perdido más de 240.000 votos.
Además de la irrupción de Ciutadans como sexta fuerza representada en el Parlamento de Cataluña con casi 90.000 votos, sólo ICV-EUiA ha ganado votos: 40.000 más que en 2003. Por el contrario, tanto ERC como PP han perdido también un importante número de votos: ERC, más de 130.000, y el PP, más de 80.000. Los partidos del tripartito –PSC-CpC, ERC e ICV-EUiA- han perdido, en conjunto, casi 333.000 votos. Los partidos de la derecha –CiU y PP- han perdido casi 177.000 votos. Los partidos nacionalistas –CiU y ERC- han perdido más de 227.000 votos.
Una lección a tener en cuenta
La abstención ha castigado a todos los partidos políticos catalanes, sin excepción, aunque el más perjudicado haya sido el PSC, tal vez porque un sector importante de su electorado le ha querido pasar la factura de los complicados avatares vividos durante estos tres últimos años del gobierno tripartito presidido por Pasqual Maragall. De ahí que el PSC apueste sólo por la reedición de esta coalición catalanista y de izquierdas desde unas bases distintas de las que a finales de 2003 hicieron posible la investidura de Maragall como sucesor de Jordi Pujol en la Presidencia de la Generalitat.
El tripartito, la opción con más posibilidades
Parece claro que tanto PSC-CpC como ERC e ICV-EUiA apuestan como primera opción por la reedición del tripartito. Poco o nada podrá hacer CiU para impedirlo si prosperan los contactos ya iniciados entre estas tres formaciones.
No obstante, es de prever que las negociaciones serán duras y difíciles. José Montilla no está dispuesto a acceder a cualquier precio a la Presidencia de la Generalitat. Quiere presidir una coalición de gobierno sólida y rigurosa, que no repita los errores cometidos durante los tres últimos años y que han impedido que la ciudadanía de Cataluña pudiera conocer lo mucho que los gobiernos presididos por Maragall han hecho en muchos terrenos, especialmente con iniciativas y políticas de izquierdas no realizadas durante el casi cuarto de siglo de los sucesivos gobiernos nacionalistas presididos por Pujol.
La apuesta estratégica del PSC
Tras la reunión de la Comisión Ejecutiva del PSC, su portavoz, Miquel Iceta, dejó muy clara cuál es la opción estratégica preferida en estos momentos por los socialistas catalanes: “la formación de un gobierno sólido y estable con las otras fuerzas de izquierdas”. Está muy claro, por tanto, que el PSC desea reeditar el tripartito con ERC e ICV-EUiA. No obstante, queda también muy claro que este nuevo tripartito tiene que ser “sólido y estable”, características éstas que evidentemente no concurrieron en la experiencia del tripartito casi desde su misma creación.
“Manos libres” para Montilla
Por si quedaba aún alguien que lo pusiera en duda, el secretario de Organización y portavoz del PSOE, José Blanco, declaraba ayer que el PSC, y en concreto José Montilla, “tiene las manos libres” para hacer los pactos políticos que considere más adecuados en Cataluña, y destacó que “el PSC es ahora determinante en Cataluña” para asegurar la existencia de “la estabilidad política”.
En la reunión de ayer de la Ejecutiva Federal del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero recomendó “no adelantar hipótesis ni hacer pronósticos sobre cuál es la mejor opción” de pactos en estos momentos, mientras que, curiosamente, desde las filas de CiU se insiste en reclamar al PSOE que haga que el PSC acepte la sociovergencia, por la que la federación nacionalista apuesta ahora como mejor solución.
La segunda vuelta de 2003
Los comicios del 1-N han sido algo así como la segunda vuelta de los de 2003. Por segunda vez consecutiva, como titulaba el diario El País ayer, “Mas gana en Cataluña sin fuerza suficiente para evitar otro tripartito”. O, como titulaba El Periódico de Catalunya, “Mas no llega”. La indiscutible victoria electoral de CiU del 1-N puede acabar siendo de nuevo, como ya ocurrió hace tres años, una victoria pírrica, un triunfo amargo, que deje por segunda vez a la federación nacionalista en la oposición, y que por tanto niegue nuevamente a Artur Mas el acceso a la Presidencia de la Generalitat.
Nada tiene de extraño, por tanto, que el democristiano Josep-Antoni Duran Lleida haya dicho que el pacto entre CiU y PSC “está ahora más cerca que en 2003”, aunque el portavoz de los socialistas catalanes, Miquel Iceta, haya insistido de nuevo en que su partido es partidario de un “gobierno de progreso”, no sin matizar que no el PSC no puede garantizar el éxito de esta propuesta porque no sólo depende de su decisión. Iceta ha advertido que el PSC es consciente que en las elecciones del pasado miércoles los socialistas han pagado los “posibles errores cometidos por el tripartito”.
El “baile” de Artur Mas
Según el republicano Josep-Lluís Carod Rovira, Artur Mas “debe abrir el baile” de las negociaciones, pero ha anunciado que, en paralelo, ERC trabajará con PSC e ICV-EUiA para intentar alcanzar un acuerdo que permita la reedición del tripartito. Mientras, el ecosocialista Joan Saura ha emplazado tanto a PSC como a ERC a apostar por un nuevo tripartito de la izquierda catalanista.
Parece difícil que CiU pueda recomponer sus muy deterioradas relaciones con ERC para articular un nuevo gobierno exclusivamente nacionalista. Parece aún mucho más difícil que Artur Mas pueda liderar la tan traída y llevada “sociovergencia” en una coalición con el PSC. Tanto los socialistas como ERC, y mucho más aún ICV-EUiA, han expresado ya que su primera opción es la reedición del tripartito, aunque está por ver si conseguirán finalmente este objetivo.
El riesgo del “todo o nada”
Artur Mas erró al jugar, durante toda la campaña electoral, al órdago del “todo o nada”, esto es, “o CiU o el tripartito”. CiU sólo podrá volver al Gobierno de la Generalitat si las tres formaciones de la izquierda catalanista no alcanzan un nuevo acuerdo de gobierno. Si Artur Mas no consigue recuperar la Presidencia de la Generalitat, la federación nacionalista puede entrar en una importante crisis interna, con la agudización de las tensiones entre los dos socios, CDC y UDC, e incluso con la aparición pública, en el mismo seno de CDC, de voces muy críticas con la línea que Artur Mas ha dado a la campaña.
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